Ayúdame Señor
por Kim Shadday
February 13, 2025

¿Alguna vez te has encontrado en una situación tan desesperada, tan traumática, tan temerosa o tan pesada que la única oración que puedes decir es: “¡Ayúdame, Señor!”? Estas palabras han sido pronunciadas millones de veces por creyentes y no creyentes. ¿Alguna vez has pensado qué es lo que realmente estás pidiendo cuando le pides ayuda al Señor? Quizás estés buscando fortaleza, sabiduría, resistencia, respuestas, paz, sanidad, perdón, restauración o, tal vez, escape. Sinceramente, lo que quizás estés esperando es que Dios traiga una solución aceptable e inmediata a tu situación desesperada, una que te cause la menor incomodidad posible.

La historia que se cuenta en Marcos 9:14-29 trata de un hombre que buscaba la sanación de su hijo. Los discípulos habían tratado de expulsar al demonio para que sanara, pero no lo consiguieron. El hombre, desesperado, le suplica a Jesús y le dice: “Si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos” (v. 22). Esta historia es una buena ilustración de cómo a veces abordamos la oración. La desesperación puede incitar la fe y la duda al mismo tiempo.

“Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.” (Marcos 9:21-24)

Jesús primero responde a la duda del hombre diciendo: “si puedes creer”, y luego le recuerda que “al que cree todo le es posible”. Sin analizar demasiado el contenido de la historia, es posible que la incapacidad de los discípulos para expulsar al demonio también haya hecho que el hombre dudara del poder de Jesús. Jesús estaba enseñando a los que estaban allí y a todos los lectores de la Biblia que la fe en Él nos permite confiarle lo imposible.

El hombre, inmediatamente reprendido, pronunció estas palabras que revelaron su corazón: “Creo; ayuda mi incredulidad”. La oración de este hombre es una admisión de que nuestra fe a veces es imperfecta y necesitamos la ayuda de Dios para fortalecerla.

Es cierto que nuestras circunstancias pueden arrojar un velo de duda que nos haga difícil creer que Dios escuchará nuestras oraciones, y mucho menos que nos ayudará en nuestro momento de necesidad. Como Jesús le señaló al padre en este pasaje, la duda en la capacidad de Jesús para sanar a su hijo no era el verdadero problema, sino más bien confiar en Dios, que puede hacer lo humanamente imposible. Durante una prueba que nos induce a orar “¡Ayúdame!”, tendemos a sufrir de amnesia evangélica. De repente olvidamos todas las promesas de Dios que hemos leído con tanta fidelidad y en repetidas ocasiones a lo largo de los años. Whitney escribió estos pensamientos en su libro Praying the Bible (Orando la Biblia).

Estás tomando las palabras que se originaron en el corazón y la mente de Dios y haciéndolas circular a través de tu corazón y mente de regreso a Dios. De esta manera, Sus palabras se convierten en las alas de tus oraciones. – Donald S. Whitney

A través de este método de oración, tu fe y confianza comenzarán a disolver tus dudas.

En los últimos años he recibido el desafío de orar con las Escrituras, lo que me ha ayudado a reconocer y confiar en la verdad de las promesas de Dios cuando presento mis peticiones ante el Señor. Esta disciplina me ha animado a meditar y proclamar mi confianza en un Dios santo qué puede hacer mucho más de lo que pido o entiendo (Efesios 3:20). Me trae a la memoria la palabra de Dios para ayudarme a orar y caminar en la luz de Su verdad. Mis oraciones han evolucionado de:

“Dios, ayúdame, dame fuerza.” a “Déjame confiar en tu fuerza que me has dado cuando estoy débil.” (Salmo 73:26).

“Ayúdame, dame sabiduría.” a “Déjame buscar tu sabiduría y actuar conforme a ella, en lugar de confiar en la mía.” (Proverbios 3:5).

“Ayúdame, quítame este temor.” a “Tú me dices que, aun cuando tengo miedo, puedo confiar en ti, y eso es lo que quiero hacer, para que mis temores no me impidan obedecerte.” (Salmo 56:3-4).

“Ayúdame, no puedo hacer esto.” a “No hay manera de que pueda manejar esto con mis propias fuerzas, pero me alegro de que me hayas dado el poder y la fuerza que necesito ahora mismo.” (Fil. 4:13; 2 Tim. 1:7).

“Ayúdame, estoy solo en esto.” a “Sé que estás aquí conmigo y que no estoy solo.” (Hebreos 13:5).

“Señor, ayúdame. Sé lo que debo hacer, pero no puedo.” a “Me has dado todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, así que sé que puedo hacerlo por tu divino poder.” (2 Pedro 1:3-4).

“Ayúdame, no me quites a mi ser amado.” a “Señor, tus caminos son los mejores y confío en que tu voluntad se cumpla para tu gloria. Ayúdame a aceptar tu voluntad.” (1 Juan 5:14-15).

Muchas veces nuestras oraciones de “¡Ayúdame, Señor!” están desequilibradas, pues se hace mucho énfasis en la supuesta obligación que el Señor tiene para con sus hijos de hacer que todo esté bien en nuestra vida, y se hace poco hincapié en que nosotros debemos confiar y tener fe en un Dios todopoderoso. He conocido a muchas personas que han perdido la fe en Dios porque han decidido que Dios no les ayuda cuando han clamado. Tal vez nuestro próximo clamor al Señor por ayuda debería hacer eco de este padre de las Escrituras que dijo: “ayúdame en mi incredulidad”.

No estoy diciendo, de ninguna manera, que pedir ayuda en momentos de necesidad esté mal. De hecho, se fomenta en toda la Escritura. Sin embargo, permíteme animarte a alinear tu clamor de ayuda con “el corazón y la mente de Dios”. La oración es nuestro medio de comunicarnos con nuestro Señor y Salvador, y se nos pide que le presentemos nuestras preocupaciones mediante la oración y la súplica (Fil. 4:6). La gracia y la misericordia para enfrentar nuestras pruebas se obtienen mediante un espíritu humilde en la oración (1 P. 5:5).

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:16)

Permítanme animarlos a que presten más atención a sus oraciones a su amoroso Padre celestial, quien nos ha dado todo, incluido a Su Hijo. No den por hecho que Él les negaría lo que necesitan en sus circunstancias más desesperantes. Concéntrense en lo que Él ya les ha dicho en Su Palabra y crean que es verdad. ¡Su Palabra es Verdad! (Jn. 17:17)

Kim Shadday

Kim Shadday

Comprendiendo la necesidad de que las mujeres busquen consejo bíblico de confianza en lugar de sufrir en silencio, y por sus propias experiencias personales, Kim se sometió a la guía del Señor para convertirse en consejera bíblica. Tiene una licenciatura de la Universidad de Indiana en trabajo social (1995), una certificación de ACBC (2011), así como una maestría de la Universidad Bautista Maranata en consejería bíblica (2019). Está comprometida, a través de la consejería, a ayudar a las mujeres a comprender la importancia de una buena teología en lo que se refiere a todos los asuntos de la vida. Kim ha estado casada y ha servido junto a su esposo en la Iglesia Bautista Crosspointe por más de 25 años. Tienen dos hijos, Bryce y Austyn, que son el deleite del corazón de Kim. Ahora ya tiene sus propias familias entonces Kim se encuentra con más tiempo para disfrutar de una taza de café, un buen libro y largas caminatas y paseos en bicicleta con su amado esposo.

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