2 Corintios 4:5-11
“Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.”
Cada uno de nosotros enfrenta el duelo con más frecuencia de la que nos gustaría admitir. Desde las decepciones de la vida diaria hasta las grandes injusticias que conlleva vivir en un mundo roto, el sufrimiento y la pérdida son inevitables. Pero el duelo es la puerta a la esperanza en Jesucristo. Él enfrentó la muerte para que tuviéramos vida. Él entró en el dolor para que nosotros pudiéramos experimentar el gozo eterno.
Esta Pascua, haz espacio para el dolor y la alegría en tu corazón. Lamenta la pérdida de tus seres queridos y las cosas buenas que se han ido. Este mundo está roto, y también todos los que lo habitan. Lamenta la muerte de tu Salvador. Su cuerpo fue quebrantado por ti. Al compartir con Cristo en el sufrimiento, sentirás que tu corazón se acerca al suyo. Tu alegría será plena y la esperanza de la resurrección se convertirá en tu identidad. Podrás mirar fijamente a la muerte y al dolor sin miedo ni vergüenza, porque la esperanza llegó para quedarse.
Cristo murió. Cristo resucitó. Cristo vendrá otra vez.
El Duelo
Por Aly Gideons
El duelo es como una carga pesada.
De repente, tus manos están vacías.
Algo bueno nos han quitado.
¿Será el mundo el mismo?
¿La vida volverá a ser buena?
Tienes los ojos bien abiertos,
pero todo lo que ves es oscuridad.
El duelo es como una ola que se estrella.
Un minuto te sientes bien.
De repente estás bajo el agua,
jadeando por respirar.
Estoy bien.
No estoy bien.
Un minuto estás caminando sobre el agua.
Al siguiente te estás hundiendo,
y rogando por ayuda de Jesús.
El duelo es como una lupa.
Cada centímetro de ti ha sido expuesto por el dolor.
No puedes correr.
No puedes esconderte.
Cada pretensión ha sido despojado
y ha revelado a un pecador débil y cansado.
No puedes salvarte a ti mismo,
y ahora todo el mundo lo sabe.
El duelo es como un regalo no invitado.
El que nunca hubieras elegido para ti mismo,
pero aun así, un regalo.
El dolor nunca desaparece.
El dolor sólo cambia de forma.
El tiempo separa suavemente los hilos de la alegría y la tristeza,
tejiéndolos en la tela de tu vida.
El duelo es como un jardín secreto.
Un paraíso doloroso, pero perfecto,
donde puedes estar a solas con tu Padre.
Con lágrimas en los ojos,
susurraste: «Hágase tu voluntad».
Entrega total.
Obediencia total.
Las semillas del dolor han brotado en una cosecha de alegría
y frutos de justicia que puedes compartir con los demás.
El duelo es como una cruz de madera.
Un recordatorio constante de que eres un humano
con dos manos astilladas y una espalda dolorida.
Jesús te invita a unirte a él en el sufrimiento, llamándote:
“Niégate a ti mismo.
Toma tu cruz.
Sígueme”.
Puedes tomar tu cruz por Él,
porque Él tomó la suya por ti.
El duelo es como una tumba vacía.
¿Cómo puede algo vacía ser completa?
¿Cómo puede algo malo ser correcto?
Sin embargo, sigue ahí, una luz de esperanza,
para todos los que tengan ojos para verlo.
Cristo murió.
Cristo resucitó.
Cristo vendrá otra vez.
El duelo es como un atardecer eterno.
El sufrimiento está llegando a un final glorioso.
¡Te espera una eternidad de felicidad!
No más tristeza.
No más dolor.
Nuestras cicatrices se convertirán en arte,
y caminaremos por los pasillos de la galería
juntos para siempre,
contando historias de la fidelidad y la bondad de Dios
para todas las generaciones.

Aly Gideons
Aly Gideons vive en Columbia, Carolina del Sur, con su esposo, Colton, y sus dos hijas, Audrey y Annie. Trabaja remotamente como editora de contenido para Selah International y escribe para LifeWay Kids. Los Gideons les apasiona conocer a Cristo y darlo a conocer a los demás. Colton y Aly siempre han deseado ir a misiones internacionales, y el Señor les ha dado una carga por el país de España. Tienen previsto iniciar la diputación en 2025 y esperan estar en España en 2026. Si quieres seguir su viaje a España, puedes encontrarlos en www.thegideons.org.