“Si el COVID no me mata, la soledad lo hará.”
Esta dolorosa declaración fue hecha por un hombre en un asilo de ancianos que no había podido ver a sus seres queridos durante meses. Una amiga cercana de nosotros no ha podido ver a su madre en un asilo de ancianos durante más de 7 meses. Sin embargo, este sentimiento no solo afecta a los confinados por fines médicos. El aislamiento y la soledad han tocado a muchos otros. De hecho, esta tendencia comenzó mucho antes del 2020.
Mintel, una compañía que pronostica tendencias sociales y de consumo, predijo a principios de 2019 que la tendencia hacia el aislamiento y la soledad aumentaría debido a la creciente dependencia de los smartphones para mantenerse conectado con amigos, familiares y eventos del mundo.
“La soledad está creciendo cada vez más, atravesando culturas, géneros, clases sociales y edades. Está creando niveles significativos de depresión y aflicciones de salud mental, y las personas están comenzando a buscar ayuda para sentirse menos aisladas y más conectadas dentro de sus comunidades tanto físicas como virtuales.” 27 de agosto de 2019
Después del cierre, el aislamiento inducido por la pandemia intensificó el problema. Pero Dios, en Su sabiduría, nos ha revelado a través del aislamiento forzado, el poder de estar “presencia”.
“Presencia” es de lo que se trata la Navidad. Cuando Jesucristo vino a la tierra en carne humana, vino como Emanuel, Dios con nosotros.
“He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.” (Mateo 1:23)
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14)
Por primera vez en la historia, Dios mismo estuvo físicamente presente con Su pueblo. Todas las promesas de la venida del Mesías finalmente se habían cumplido. Qué gozo trajo esto a los que lo recibieron. Qué paz trajo en tiempos de miedo. Qué esperanza trajo para aquellos que habían sufrido dolor y perdido a sus seres queridos. La presencia física de Jesús fue real y poderosa. Por fe, ahora disfrutamos de la presencia de Cristo dentro de nosotros en la persona del Espíritu Santo. La presencia del Espíritu Santo es tan poderosa y real como la presencia física de Jesucristo.
Sin embargo, hay tres condiciones que deben cumplirse para experimentar verdaderamente el Poder de Su Presencia.
1. Debes elegir RECIBIRLO.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;” (Juan 1:12)
2. Debes elegir OBEDECERLO.
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” (Juan 14:21)
3. Debes elegir CONFIAR EN EL.
“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos.” (Isaías 26:3–4)
La verdad más poderosa que aumenta la confianza cuando experimentas sufrimiento y soledad es que Dios está contigo.
Las emociones de la soledad son reales. Los sentimientos de aislamiento y pérdida son reales. Pero la Verdad de la Palabra de Dios debe ser más real que nuestros sentimientos. Nuestros sentimientos no fueron diseñados para guiarnos. La Verdad es lo que debe guiarnos. Mientras leemos, memorizamos y meditamos en la Verdad de la Palabra de Dios, podemos hacer que nuestras emociones descansen e incluso podremos regocijarnos por la Verdad de Dios.
Existen causas legítimas para algunas emociones negativas debido a desequilibrios químicos que pueden afectar profundamente la intensidad de esas emociones. Dios ha provisto médicos que pueden ayudarnos cuidadosamente a tomar esas decisiones. Pero para los creyentes, existe un nivel de realidad aún más profundo que proviene de saturar nuestras mentes y corazones con la Verdad.
Joni Eareckson Tada, una parapléjica por más de cincuenta años debido a un accidente de buceo hizo esta poderosa declaración:
“Mi discapacidad ha sido una bendición para mí. Tal vez te preguntas: ‘¿Cómo puede ser una bendición una vida de dolor, incomodidad y dependencia total de otros para sus necesidades básicas?’ Bueno, para mi, es una bendición porque mi sufrimiento me ha instado a acudirme a los brazos de Cristo.”
¿Cómo enfrentamos la depresión, la ira, la frustración y otras emociones negativas? ¿Decidimos permitir que la soledad y la frustración nos empujen a buscar refugio en la poderosa presencia de Cristo? De ahí proviene la alegría que sobrepasa todo entendimiento.
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.” (Salmo 46:1)
Algunos han perdido a sus seres queridos este año y estarán de duelo por su fallecimiento.
Algunos han estado aislados durante meses y pasarán las vacaciones solos.
Algunos están lamentando las malas decisiones que han tomado y los han llevado a estar aislados durante esta temporada.
Algunos han optado por no acercarse a los demás y han permitido que las emociones negativas los dominen y los lleven al aislamiento y la amargura.
Algunos nunca han recibido a Emanuel (Jesucristo) en su vida para poder experimentar Su presencia.
Algunos viven en desobediencia y no pueden disfrutar de Su presencia.
Algunos están eligiendo a no confiar en Su soberanía y Su bondadoso corazón.
Si se lo permite, Dios estará contigo en tu circunstancia específica y en tu sufrimiento personal. Él es:
Emanuel en nuestra humanidad.
Emanuel en nuestro trabajo.
Emanuel en nuestra angustia.
Emanuel en nuestra confusión.
Emanuel en nuestra soledad.
Emanuel en nuestro dolor.
Emanuel en nuestra muerte.
Emanuel por la eternidad.
Mis hermanos y hermanas en Cristo, Dios está en control. Si has tenido una temporada de sufrimiento y soledad en tu vida, esto tiene un propósito. Me imagino que Su propósito para todos nosotros es forzarnos a los brazos amorosos de nuestro Salvador; el único lugar donde podemos experimentar el verdadero poder de Su presencia.
“Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.” (Salmo 16:11)