Durante la escuela secundaria y la universidad, el baloncesto fue una de mis principales prioridades. Trabajé duro en eso, y me encantaba jugar. El problema era que mi identidad y mi valor personal a menudo estaban envueltos en mi desempeño en la cancha. Si jugaba bien, me sentía valioso. Si no lo hacia, afectaba cada faceta de mi mundo. Muchos otros han experimentado esta misma tendencia en lo académico, la música, las relaciones y el liderazgo. Una vez que nos subimos a la rueda de ardilla del cristianismo basado en el desempeño, penetra todas las áreas de nuestras vidas.
Una de las tentaciones más seductoras de Satanás para los seguidores de Cristo es creer la mentira de que de alguna manera podemos ganar el favor de Dios por cómo nos desempeñamos. ¿Cómo sabes si estás viviendo de esta manera? Bueno, ¿alguna vez ha estado orando para que Dios responda a una petición de oración específica y luego trató de leer más la Biblia, comportarse mejor y “ser muy bueno” para que Él le dé lo que quiere? Sea honesto, todos hemos hecho eso en algún momento de nuestro caminar cristiano. Si no tenemos cuidado, nuestra adoración, nuestra vida de oración, nuestra generosidad, nuestra obediencia, y nuestra santidad personal, pueden convertirse en una forma de “negociar” con Dios.
Tratar de vivir la vida cristiana de esta manera es agotador y conducirá a grandes inseguridades.
- Inseguridad en cómo nos vemos (¿soy lo suficientemente bonita? ¿Tengo sobrepeso? ¿Soy demasiado delgado? ¿Tengo una buena personalidad?)
- Inseguridad en la forma en que nos relacionamos con los demás (si me acerco demasiado, me lastimarán nuevamente. No puedo abrirme con mi cónyuge, me rechazará. No puedo ser transparente con nadie. Debo mantener mi imagen.)
- Inseguridad en mi relación con Dios (¿He hecho lo suficiente para agradar a Dios? ¿Realmente Dios me perdonará de nuevo? ¿Por qué no puedo sentir Su presencia? ¿Soy verdaderamente salvo? ¿Por qué tengo todas estas pruebas si estoy sirviendo a Dios fielmente?)
Tal vez se pregunta: “¿No debemos esforzarnos por agradar a Dios?” ¡Absolutamente! Pablo dice que debemos crecer constantemente en agradar a Dios con nuestras vidas:
“Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más.”
(1 Tesalonicenses 4:1)
Sin embargo, el “por qué” detrás de nuestro esfuerzo para agradar a Dios revela la diferencia entre el trabajo espiritual basado en el desempeño y el servicio motivado por la Gracia. ¿Estoy esforzándome en agradar a Dios para Su aceptación o desde Su aceptación?
Esforzarse en agradar a Dios para ser aceptado, eso conduce a un enfoque constante en uno mismo. Mi corazón se llenará de los ídolos de la auto justificación, la autocompasión y la autosuficiencia. Nuestra vida cristiana será sin gozo, sin fruto y llena de ansiedad. Sentiremos que nunca somos lo suficientemente buenos.
No es así como Dios diseñó que sus hijos vivieran.
Libérate de las fortalezas del miedo y la inseguridad a través de buscar a comprender el Evangelio de la gracia.
1. Debemos creer que no estamos condenados porque Cristo fue condenado en nuestro lugar.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús,
los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:1)
Es absolutamente cierto que en nuestra carne no mora el bien (Rom. 7:18). Somos totalmente indignos debido a nuestro corazón pecaminoso. Pero cuando recibimos a Cristo, tenemos un valor intrínseco porque Cristo Resucitado habita dentro de nosotros.
“en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1:14)
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20)
Somos perdonados. Somos limpiados por la sangre preciosa de Jesús. Nos desanimaremos si miramos hacia adentro en lugar de mirar hacia arriba a nuestro Salvador. Esforzarse más es una existencia fútil de rueda de hámster porque Dios ya te ha aceptado y te ha perdonado por el sacrificio de Su amado Hijo.
En su libro Dominando tus Emociones, Adrian Rogers dijo esto:
“En Cristo, ya sois aceptos en el Amado. Aquí hay un hecho notable: Él te ama perfectamente (1 Juan 4:18-19). Esto da seguridad. No es nuestro perfecto amor por Él sino Su perfecto amor por nosotros lo que marca la diferencia. No hay nada que puedas hacer para que Él te ame más. Su perfecto amor echa fuera el temor. Tampoco hay nada que haga que Él te ame menos.”
Estás seguro en el amor de Cristo. Nada te separará del amor de Cristo (Rom. 8:39). ¡Solo humíllate y créelo!
2. Debemos recordar que cada prueba o dificultad que Dios permite en nuestras vidas es con el propósito de hacernos más como Cristo. Todos.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Rom. 8:28–29)
Cuando vienen las pruebas, siempre tienen un propósito. No creas la mentira de que cuando Dios permite dificultades en tu vida personal, tu matrimonio o tu ministerio, es porque estás haciendo algo malo. Claro, debemos pagar el precio de las malas decisiones y las acciones imprudentes, pero la gracia de Dios nos permitirá aprender de esos errores y crecer. Si pecamos, Dios promete disciplinarnos con su mano amorosa, no para que nos esforcemos más, sino para acercarnos a Él para revelarnos que Él es suficiente.
“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.” (Santiago 4:8)
“Aquellos que hablaron con Job en los días de su aflicción… creyeron que todos los que servían a Dios tendrían un cerco alrededor de ellos; Dios multiplicaría sus riquezas y aumentaría su felicidad; mientras veían en la aflicción de Job, tal como ellos la concibieron, una cierta señal de que era un hipócrita. Incluso los cristianos han caído en el mismo error. Se han inclinado a pensar que si Dios levanta a un hombre, debe haber alguna excelencia en él; y si castiga y aflige, generalmente se les hace pensar que debe ser una exhibición de ira. Escuchen las palabras de Jesús, hablando a su siervo Juan: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete.”
– Charles Spurgeon
Recuerda, las pruebas son parte del plan de Dios para nosotros.
3. Debemos recibir la gracia de Dios que nos permitirá encontrar nuestra verdadera identidad en Cristo, nuestro todo en todo, y no en nosotros mismos.
“donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre,
sino que Cristo es el todo, y en todos.” (Colosenses 3:11)
“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo,
antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.” (1 Corintios 15:10)
Aquí vemos la tensión entre esforzarse agradar a Dios, pero comprender lo que es la Gracia. Pablo reconoció que sus dones, talentos, puntos fuertes y todo lo bueno de él era puramente por la gracia de Dios. Sin embargo, trabajó duro, por la gracia sustentadora y suficiente que se derramó sobre su vida. Pero él no estaba solamente desempeñando. Sabía que no estaba en sí mismo, sino en el poder de Cristo obrando dentro de él.
¿Se ha derramado en vano sobre ti la gracia de Cristo? ¿Estás invalidando la gracia de Dios porque la sofoca tu auto dependencia, tu autocompasión o porque mimas tu autoestima?
“¿Cuántos años hemos desperdiciado ministrando a la mejora de nuestro pequeño yo? ¿Qué angustias innecesarias hemos sufrido porque nuestros pequeño yo fue derrotado y no halagado, consentido y mimado?” – Tomás Kelly
Aprendamos a servir desde la aceptación de Dios en lugar de para Su aceptación. Luego, deja que Dios haga Su trabajo.
“estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra,
la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;” (Filipenses 1:6)